Si alguna vez queréis sentiros un personaje real de las Mil y Una Noches, sólo tenéis que pasaros por la Medina de Marrakech. Se trata del centro histórico de la ciudad, el corazón bullicioso, centro de la vida social y en donde perderse puede ser algo turístico y muy cierto en el sentido más estricto de la palabra.
Estrechas y sinuosas callejuelas dentro de la ciudad amurallada y medieval. Tiendas y puestos ambulantes que parecen superponerse, un ruido incesante y un olor impactante a especias, dulces a cientos de años.
A algunos les puede parecer caótico y a otros muy cultural. La Medina de Marrakech es la esencia y un resumen de la historia viva de la ciudad. Los olores de las especias, los colores, el ir y venir de las gentes en el zoco, el ruido constante de los vendedores ambulantes, el regateo en los puestos… La Medina de Marrakech es la vida que fluye por las calles.
También puede ser caótica porque aquí se mezclan los viandantes con los coches, los carros, las bicicletas. Hay tantas cosas que te asaltan a los sentidos que es casi imposible acapararlo todo. Vendedores ambulantes, burros, artistas callejeros, encantadores de serpientes… Sin embargo hay que intentar vivirlo como una experiencia cultural fascinante, llena del más amplio sentido de la vida musulmán.
No dejéis de entrar en las tiendas de la medina ni de regatear por algún producto de los vendedores ambulantes que llame vuestra atención. Nunca aceptéis su primer precio, ya que será muy excesivo. Llegará un momento en el que penséis que tal vez os hayáis echado atrás en el tiempo al menos unos mil años.
Siempre se suele recomendar que llevéis vuestras pertenencias a mano, sin dejar nada a la vista, aunque por regla general no suele pasar nada. Hay que intentar también evitar a los vendedores ambulantes que se vuelven muy persistentes, ya que tanta insistencia hará que no os llevéis un buen recuerdo de la medina.
Casi todos los puestos tienen un aspecto muy similar, por lo que no resulta raro perderse, así que si váis en grupo no separaros mucho. Creemos que jamás viviréis una experiencia tan tremendamente cultural como esta. La Medina de Marrakech es un hervidero de vida, una explosión de colores y sabores que os hará recordar para siempre esta joya del norte de África.
